El Día del Niño en Paraguay, celebrado cada 16 de agosto, no es solo una jornada de alegría y juegos, sino una conmemoración cargada de historia y significado profundo. La fecha rememora la Batalla de Acosta Ñu de 1869, durante la Guerra de la Triple Alianza, donde cientos de niños paraguayos, algunos con apenas 10 años, se enfrentaron heroicamente a las tropas aliadas, sacrificando sus vidas en defensa de su patria. Este hecho trágico quedó grabado en la memoria colectiva del país, estableciéndose en 1948 esta fecha como un recordatorio de la valentía y la inocencia perdida en ese conflicto.
Hoy, la conmemoración va más allá de recordar el sacrificio de aquellos pequeños soldados; se convirtió en una jornada para reflexionar sobre los derechos y la protección de la infancia. En un país donde, según datos de UNICEF, el 27% de los niños viven en situación de pobreza extrema, y donde la violencia y la explotación infantil siguen siendo desafíos, la protección y el cuidado de la niñez se tornan vitales no solo como un imperativo moral, sino como una inversión en el futuro del país.
Garantizar el bienestar y el desarrollo integral de los niños paraguayos no es solo responsabilidad del Estado, sino de toda la sociedad. La educación, la salud y la protección contra todo tipo de violencia son pilares fundamentales que se deben fortalecer para construir un Paraguay más justo y equitativo. Como dice el proverbio: “Siembra un pensamiento y cosecharás una acción; siembra una acción y cosecharás un hábito; siembra un hábito y cosecharás un carácter; siembra un carácter y cosecharás un destino”.
El destino de Paraguay está intrínsecamente ligado al presente de sus niños. La manera en que protegemos, educamos y cuidamos a nuestra niñez hoy, determinará el país que tendremos mañana.