Cada 1 de agosto, en nuestro país se bebe el tradicional carrulim, una bebida ancestral elaborada a base de caña, ruda y limón. Su nombre proviene de las sílabas iniciales de sus ingredientes (ca-ru-lim). Este ritual típico, profundamente arraigado en nuestro folclore, se transmite de generación en generación como un acto simbólico de purificación y protección ante el duro mes que comienza y el resto del año.
Según la creencia popular, el carrulim ayuda a “espantar la mala onda” y a fortalecer el cuerpo frente a los males del mes de agosto, considerado históricamente como un tiempo difícil, especialmente en el ámbito rural.
De acuerdo con las abuelas, la ruda —planta con propiedades medicinales y protectoras— simboliza la purificación y la eliminación de la mala suerte. Por su parte, el limón representa la renovación y la vitalidad, mientras que la caña aporta la energía necesaria para enfrentar el nuevo ciclo.
Más que una costumbre, el carrulim es una expresión viva de nuestra identidad cultural, un puente entre el saber popular y el sentir colectivo. Su preparación y consumo evocan la sabiduría de nuestros ancestros y el valor de cuidar tanto el cuerpo como el espíritu.
En tiempos en que lo moderno muchas veces desplaza lo tradicional, es esencial seguir cultivando nuestras raíces. Costumbres como el carrulim nos invitan a mirar hacia atrás con orgullo y hacia adelante con sentido de pertenencia. Mantener vivas estas tradiciones fortalece nuestra comunidad y enriquece nuestra identidad como paraguayos.